18-22 Octubre 2021
De mis observaciones y experiencias pasadas tengo el conocimiento de que el final de Octubre es tiempo de nueces en Ágreda. Y a ese hecho, sin duda afortunado, se une la feliz circunstancia de que hay nogales accesibles al público en general.
El pasado año , pandemia del Covid mediante, no pude desplazarme para recolectar y francamente, tenía muchas ganas de hacerlo en ésta ocasión.Estuve casi tres dias en la villa de las tres culturas y eso me permitió hacer un buen acopio.
Estas instantáneas ilustran el recorrido que hacía desde mi emplazamiento habitual hasta la zona de huertas donde se ubican los nogales ó nogueras.
Se transita primero por las calles de la ciudad vieja
Se desciende por el Camino de los Molinos que arranca junto al Palacio de los Castejones (en una entrada anterior describo su hermoso jardín renacentista Jardín del Palacio de los Castejones )
y se sigue avanzando por el camino que corre paralelo al rio Val y se dirige hacia su embalse
en Los Fayos.Al poco se llega por fín a los nogales, unos bellos ejemplares que ribetean el camino.
La mochila se llenaba sin dificultad gracias a la abundancia de frutos. Además de los que se encontraban ya esparcidos, cada ráfaga de viento aportaba nuevos ejemplares que caían gracias a nuestra buena amiga la fuerza de la gravedad y se manifestaban con un alegre golpeteo en el muelle suelo. No sería ésto el maná bíblico?
Un alto en el camino de retorno para contemplar una vez más las seculares huertas.Estas vistas que nos brinda un mirador empedrado las comparten los habitantes de una bonita casa aneja a él (más bien el mirador forma parte de la casa pues está edificado sobre el techo de un almacén o dependencia de ella) y pienso que por ello son muy afortunados.
Una vez ahíto mi afán recolector de nueces y previo paso por la capital soriana para adquirir algunas vituallas el el Lidl arribé el Miércoles tarde a Medinaceli.
A la mañana siguiente y en mi habitual paseo por la villa mientras rodeaba los viejos muros del Beaterio de San Román me encontré en el suelo con un par de almendras enfundadas en su exocarpo verde (sí, por supuesto me he ayudado de google para encontrar el nombre que describe su envoltorio ).
Obviamente tenía que haber un almendro al otro lado de un alto muro y que resultaba totalmente inaccesible para mí. No obstante investigué por los alrededores y encontre otro ejemplar con su tronco situado también junto al muro pero por el exterior de manera que resultaba sin duda lícita la recolección.
Y además esa parte de la tapia estaba semiderruida de manera que trepando en ella se tenía franco acceso a la mayor parte de los frutos.
Mientras me afanaba en ésta labor era observado atentamente por unas ovejas que ramoneaban en los dominios del viejo convento.
Se tiene la impresión de que las ovejas, como las vacas, son animales obtusos y sólo interesados en rumiar pero me resultó bién curioso , incluso un poco inquietante, cómo en el momento en que me vieron encaramado al murete dejarón de engullir y fijaron su vista en mi industria. Durante un largo rato tuve sobre mí sus inquisidoras miradas, como de reproche. Finalmente debieron entender que no hacía sino responder a mi ancestral impulso recolector de alimento. igual que ellas en ese momento, y se alejaron.
Estas imágenes ilustran las provisiones de nueces y almendras traídas y que se han unido a las ya existentes de calabazas cosechadas éste año. Creo que sin duda estoy preparado para el duro invierno !
En la tarde del Jueves abandoné Medinaceli y pasé esa noche en Santa Maria de Huerta para poder así dedicar la mañana del Viernes a rendir una nueva vista a Monteagudo de la Vicarias. Pese a la aridez de éstas comarcas al avanzar por la carretera se atraviesan una especie de cañones de paredes verticales y escasa profundidad que invitan a su exploración en un futuro.
Ya en Monteagudo seguí avanzando en dirección a Torlengua para asomarme primero al embalse. No pude observar mucha fauna y tras un breve paseo por el entorno lo abandoné.
Como siempre me acompaña un libro en éstos recorridos y en ésta ocasión , sentado en un banco de un solitario parque, dando mi espalda a los restos de la vieja muralla y bañado por un delicioso sol otoñal, saboreé unos relatos del maestro Borges.