De alguna manera sigo la escuela de los grandes viajeros ancestrales que daban razón siempre a sus expediciones con algún noble propósito productivo : el arrasamiento de algún pueblo enemigo ó la depredación de una civilización remota,en busca perenne de las tan apreciadas especias .
De pasada los más ilustrados de entre los feroces cruzados, aprovechaban para elaborar crónicas y descripciones de los enclaves que transitaban, pero siempre como un subproducto de la empresa primaria y fundamental. No se viajaba por "sport", como hacen ahora los turistas.
Así que a la vuelta de un viaje a Valencia me regalo un par de jornadas de asueto. Como abandono la ciudad del Turia ya avanzada la tarde, me dirijo directamente al lugar en el que asentarme y pernoctar. Antes de ponerme en marcha he consultado Google Maps, nuestra moderna carta de marear, y he puesto mis ojos en Torrehermosa, la pedanía o barrio de Torreblanca ,del que la separan apenas 3 ó 4 Km, y que se asienta en la costa. A primera vista parece un enclave puramente turístico e infiero que en ésta epoca del año estará practicamente deshabitado.
Torrehermosa
Efectivamente mi presunción era acertada. Grandes edificios de apartamentos clausurados se asoman a unas calles huérfanas de vehículos y transeúntes. Uno sólo de los numerosos bares y restaurantes permanece abierto en su benemérito quehacer de dar de beber al alcohólico. El cielo plomizo y el viento frío que recorre apresurado éste urbanismo anodino, como intentando huir de él, acaban por crear un panorama de desolación.
No obstante como me encanta sumergirme morbosamente en éstos escenarios decadentes recorro el interminable frente marítimo y me asomo a las playas vacías que se suceden..
Las maquinarias del solaz infantil restan inertes
Este vacío me recuerda a Gallocanta ...
En éste gran bloque de apartamentos tan sólo parecían habitados dos de ellos (al menos eran los únicos en los que se podía ver luz). Curiosamente ambos tenían un cartel de "Se vende". Tal parecía que, mientras todos los demás vecinos habían conseguido al fin vender sus posesiones y marchar, éstos últimos moradores no hubieran tenido la misma fortuna y restaban condenados por ello a seguir en aquellas soledades.
La caída de la noche aumentaba el desasosiego que provocaba aquel decorado siniestro así que definitivamente no permanecería más tiempo allí; tome la carretera con destino a Peñíscola .
Peñíscola
Al llegar me sitúo en la proximidad del puerto,en una calle tranquila y discreta. Paso la noche sin novedad y dedico el dia siguiente, Viernes, a grandes paseos que me llevan tanto al núcleo primigenio como al ensanche en el que han ido floreciendo edificios en torno a las playas
Pese a que la mayor parte de restaurantes y tiendas están clausurados no se siente la desolación de otros lugares tusrísticos en invierno (Torrehermosa, sin ir más lejos). Hay una nutrida población de gentes del norte invernando como pregona la abundancia de bicicletas del tipo usado en centroeuropa.
En el puerto la actividad era escasa y aparentemente los barcos no salían a faenar.Una gran draga roja operaba en la bocana.La lonja también clausurada.
Una vista de la ciudadela desde el puerto. A ,los pies de la muralla hay un curso de agua dulce que fluye de una fuente que allí aflora. Es curioso que brote agua dulce (y un buen caudal además) a escasos metros del mar.
El rincón que más me gusta. El faro que se observa está en funcionamiento.
Lago que (creo) forma el curso de agua dulce que brota junto a la muralla.Mucho ánade, un par de cormoranes y nutrida presencia de las execrables palomas (ratas voladoras) y gaviotas (ratas voladoras más grandes y peligrosas...algún día relataré cómo sufrí en una ocasión la persecución de uno de éstos monstruos alados).
En su proximidad hay un súper Consum en el que me aprovisioné.
Sábado. Un último paseo por entre las calles que se enfilan sobre el peñasco. Todo es silencio y calma. Lamentablemente ésta hora temprana unas cancelas metálicas cierran el paso al entorno del castillo, incluido el mirador junto al faro.