jueves, 16 de noviembre de 2017

Viaje a Badajoz

Asuntos profesionales me han reclamado en Badajoz y me han permitido por tanto conocer Extremadura. Obviamente he renunciado al avión  y he preferido desplazarme con la furgo.
Además no he seguido el trazado más corto, vía villa y corte, sino que he gozado de algunos km más pasando por Valladolid.

Narraré someramente a continuación algunas impresiones del viaje. Voy a ser muy económico con  la palabra.

La ida
Domingo 12
Salgo a media mañada de mi casa. Arribo a Tarazona a última hora de la tarde y ya en noche cerrada  no puedo renunciar a un breve paseo por la ciudad. 



Tras abandonar Tarazona recorro los últimos kilómetros de la jornada hasta alcanzar Agreda , donde he decidido pernoctar.

Lunes 13
Amanece un hermoso dia otoñal en el solitario área de AC de Agreda.



Paro para comer  en el Monasterio de la Vid. Aunque el dia es soleado un fuerte viento no invita al paseo. El lugar está mucho menos concurrido que en Julio pasado, cuando lo visité camino de Santiago de Compostela.


Dejo atrás la Ribera de Duero y tomo carreteras secundarias por Tierras de Medina. Al atravesar Campaspero me sorprende el empaque de sus construcciones y decido parar para un breve recorrido por la localidad. Una vieja sucursal del extinto Banco Central  permanece inmutable en su emplazamiento y me hace dudar de si por algún extraño albur he retrocedido en el tiempo.




Con los últimos rayos de sol librando batalla con el frio y ventoso atardecer arribo a Medina del Campo, mi ciudad natal. Una visita al Castillo de la Mota



y ya en hora crepuscular a la bella estación.



Martes 14
He pernoctado en la calle de Eusebio Giraldo, donde viví en mi infancia, junto a los muros de la  harinera centenaria . El rumor de los molinos que se afanan molturando durante la noche no me resulta ingrato.



Antes de abandonar la villa, un paseo matutino me lleva hasta la Plaza de la Hispanidad




y al mercado de abastos que se aloja en lo que fueron las Reales Carnicerías en el siglo XVI





Salgo de Medina para enfilar el último tramo del largo viaje. Evitando de nuevo las grandes vias avanzo por carreteras provinciales que me permiten atravesarlocalidades de sugerente nombre como Madrigal de las Altas Torres ó Alba de Tormes donde tras cruzar el rio no puedo evitar detenerme para contemplar ésta bonita estampa



Llego finalmente a Badajoz a mediodia, con tiempo suficiente de tomar un bocado y prepararme para el curso que impartiré a las 16:30 horas. Finalizado éste a las 20:30 me desplazo hasta el Area de AC que hay junto al Guadiana.

La estancia en Badajoz
Miercoles 15,Jueves 16

Tengo libres las mañas de éstos dos dias, así que puedo dedicarme a recorrer la ciudad. La temperatura al mediodia es extraordinaria e invita al callejeo.
El Area de AC está emplazado en medio del parque fluvial que bordea el Guadiana y junto a él arranca el Puente de Palma, peatonal, que lleva hasta la otra orilla y permite acceder a los barrios más monumentales de la ciudad.





El retorno
Viernes 18
De Badajoz  me desplazo hasta Plasencia y allí tomo la carretera que se dirige a Avila atravesando el Valle del Jerte

Una vista del Valle  desde el Puerto de Tornavacas.





En principio pensaba llegar hasta Avioncillo de Calatañazor ó  tal vez hasta Agreda para finalizar mi jornada y pernoctar pero algo me impulsó a detenerme en Ayllón, localidad segoviana ya fronteriza con Soria, en principio para un ligero paseo. Mas qué encantadora población !




Decidí asentar mi campamento y hacer noche en ella y encontre un magnífico lugar en el que situar la furgo,  al abrigo del  Palacio de Vellosillo.






Sábado 19
Soria. Qué decir de ella? es la ciudad en la que espero vivir  algún día. He dejado la furgo junto al Duero y he dedicado unas horas a recorrerla.








domingo, 12 de noviembre de 2017

Un viaje breve y sugerente

Rainer Maria Rilke  escribió "mi patria es mi infancia" y cuando uno se va acercando a  la edad provecta comprende y hace propia ésta sentencia. Y  siente de pronto un dia el deseo de volver al viejo barrio y a  las calles en las que transcurrieron aquellos años. 
Así que narro aquí una breve excursión para la que no he empleado  la furgo sino el tren de cercanías que tras un corto trayecto de apenas 30 Km me ha llevado desde mi actual residencia hasta la barcelonesa estación de Sant Andreu Comtal. 

Tras descender del tren y salir por el torno que libera el billete adquirido, encaminé mis pasos hacia Nou Barris  , el populoso distrito que un dia denosté y que ahora recupero con añoranza.

En los yermos solares del entonces apartado  suburbio se alzan ahora grandes centros comerciales y de ocio,hoteles y oficinas ; algo inimaginable para quienes allí vivíamos  en 1970. En aquellos tiempos las fábricas originalmente asentadas en las décadas anteriores iban siendo desmanteladas y trasladadas a los nuevos polígonos industriales, liberando así sus terrenos para construir las feas colmenas que daban  cobijo a los inmigrantes y llenaban las arcas de algunos patricios barceloneses .

Pero en tanto se construía en ellos, los baldíos que dejaban las factorías y los vestigios de los enormes talleres de RENFE eran  grandioso escenario de nuestras correrías y aventuras infantiles.

En medio de éste nuevo y desmesurado urbanismo ha sobrevivido el recinto del cementerio, anacrónico y apacible oasis.
Algo me dice que en un futuro muy próximo caeran bajo la piqueta éstos reductos de paz; sus solares,extensos y bien situados son golosos al afán especulador de los grandes promotores y no tendrán dificultad en conseguir, de viejos ó nuevos políticos, que promulguen alguna ley que en aras de la salud publica,por ejemplo, decrete el fin de las inhumaciones de cadáveres y  recuperen la receta del Soylent Green).



Perviven  por supuesto la mayoría de los bloques de viviendas erigidos en aquel tiempo,ocupados ahora en muchos casos por nuevos inmigrantes llegados de otros continentes.



Por cierto,los bajos de  ésta mole eran sede del "Liceo Europa", la modesta pero selecta escuela cuyo exclusivo alumnado integré por un tiempo...



En un barrio nacido en la posguerra no proliferan los edificios monumentales. Probablemente el único sea la sede del antiguo Hospital mental de la Santa Cruz y San Pablo, y que por abreviar para el vecindario era El  Manicomio. 

Demolidas las altas tapias que lo envolvían en tiempos, unos pocos de los pabellones que recluían a los alienados son ahora sede de diversas entidades del barrio. El bullicio y la animación que manifestaban las voces y griterío que me llegaban  contrastaban con mi recuerdo de un lugar solitario,misterioso y hasta siniestro, al que acudíamos los amigos en los atardeceres otoñales, al acecho de las espantosas ceremonias que intuíamos tras aquellos muros.
Sigo recordando todavía un episodio curioso. Cierto dia,desde un ventanuco que se asomaba a la gran capilla de aquella casa de orates,  observamos una negra sombra tocada con un blanco y cónico gorro y que ambulaba siguiendo sin duda algún execrable rito....tras dias de acudir a la misma hora y asistir con espanto a la rutinaria infamia, la hoja abierta del ventano nos mostró finalmente a un apacible anciano en enlutado  atuendo y nívea y poblada cabellera a la que el turbio esmeril del vidrio y nuestra desbocada imaginación habían deformado hasta convertir en capirote de vil nazareno en herética liturgia...
Ni que decir tiene que las lecturas de H.P. Lovecraft y Poe tenían mucho que ver con nuestros delirios...



Tras dejar atrás mi barrio proseguí el paseo por los distritos aledaños, encontrando con sorpresa que todavía perviven algunos espacios sugerentes.




En la Plaza Ibiza los locales abandonados de una antigua casa de productos fotográficos pre-digitales que sin duda claudicó  en  valerosa batalla contra  los invasores pixels.




A qué misterioso subsuelo se abrirá esa puerta? 


En mi avance inexorable alcancé finalmente el Guinardó, uno de los barrios que me parecen con  más encanto de la ciudad de Barcelona. 


Es un pequeño San Francisco en el que las empinadas calles se han trazado sobre las laderas  de la colina hasta que la pronunciada pendiente ha impedido más construcciones y ha preservado así un umbroso bosque que constituye el  bonito Parque del Guinardó.


Merece la pena seguir el dédalo de caminos que lo recorren y que al menos en las primeras horas de la tarde sabatina  estaban muy poco concurridos.



Conforme ganamos altura se nos brindan panorámicas vistas de la urbe. Aunque Barcelona es hoy emporio de lo moderno y molón, hay algo de ancestral metrópoli oriental en la abigarrada proliferación de edificios y tal parece que al escudriñar entre ellos vayamos a dar en cualquier momento con algún  minarete desde el que el muecín llame imperioso a la oración.


En el punto más elevado del Turó de la Rovira,en el Carmelo, lugar en el que  en la guerra civil se emplazaron unas baterías antiaéreas cuyo basamento se preserva, numerosos turistas y algunos nativos se solazaban disfrutando de la vista panorámica.


Yo por mi parte, tras un rato de contemplación inicié el largo camino de retorno...


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