Rainer Maria Rilke escribió "mi patria es mi infancia" y cuando uno se va acercando a la edad provecta comprende y hace propia ésta sentencia. Y siente de pronto un dia el deseo de volver al viejo barrio y a las calles en las que transcurrieron aquellos años.
Así que narro aquí una breve excursión para la que no he empleado la furgo sino el tren de cercanías que tras un corto trayecto de apenas 30 Km me ha llevado desde mi actual residencia hasta la barcelonesa estación de Sant Andreu Comtal.
Tras descender del tren y salir por el torno que libera el billete adquirido, encaminé mis pasos hacia Nou Barris , el populoso distrito que un dia denosté y que ahora recupero con añoranza.
En los yermos solares del entonces apartado suburbio se alzan ahora grandes centros comerciales y de ocio,hoteles y oficinas ; algo inimaginable para quienes allí vivíamos en 1970. En aquellos tiempos las fábricas originalmente asentadas en las décadas anteriores iban siendo desmanteladas y trasladadas a los nuevos polígonos industriales, liberando así sus terrenos para construir las feas colmenas que daban cobijo a los inmigrantes y llenaban las arcas de algunos patricios barceloneses .
Pero en tanto se construía en ellos, los baldíos que dejaban las factorías y los vestigios de los enormes talleres de RENFE eran grandioso escenario de nuestras correrías y aventuras infantiles.
Pero en tanto se construía en ellos, los baldíos que dejaban las factorías y los vestigios de los enormes talleres de RENFE eran grandioso escenario de nuestras correrías y aventuras infantiles.
En medio de éste nuevo y desmesurado urbanismo ha sobrevivido el recinto del cementerio, anacrónico y apacible oasis.
Algo me dice que en un futuro muy próximo caeran bajo la piqueta éstos reductos de paz; sus solares,extensos y bien situados son golosos al afán especulador de los grandes promotores y no tendrán dificultad en conseguir, de viejos ó nuevos políticos, que promulguen alguna ley que en aras de la salud publica,por ejemplo, decrete el fin de las inhumaciones de cadáveres y recuperen la receta del Soylent Green).
Perviven por supuesto la mayoría de los bloques de viviendas erigidos en aquel tiempo,ocupados ahora en muchos casos por nuevos inmigrantes llegados de otros continentes.
Por cierto,los bajos de ésta mole eran sede del "Liceo Europa", la modesta pero selecta escuela cuyo exclusivo alumnado integré por un tiempo...
En un barrio nacido en la posguerra no proliferan los edificios monumentales. Probablemente el único sea la sede del antiguo Hospital mental de la Santa Cruz y San Pablo, y que por abreviar para el vecindario era El Manicomio.
Demolidas las altas tapias que lo envolvían en tiempos, unos pocos de los pabellones que recluían a los alienados son ahora sede de diversas entidades del barrio. El bullicio y la animación que manifestaban las voces y griterío que me llegaban contrastaban con mi recuerdo de un lugar solitario,misterioso y hasta siniestro, al que acudíamos los amigos en los atardeceres otoñales, al acecho de las espantosas ceremonias que intuíamos tras aquellos muros.
Sigo recordando todavía un episodio curioso. Cierto dia,desde un ventanuco que se asomaba a la gran capilla de aquella casa de orates, observamos una negra sombra tocada con un blanco y cónico gorro y que ambulaba siguiendo sin duda algún execrable rito....tras dias de acudir a la misma hora y asistir con espanto a la rutinaria infamia, la hoja abierta del ventano nos mostró finalmente a un apacible anciano en enlutado atuendo y nívea y poblada cabellera a la que el turbio esmeril del vidrio y nuestra desbocada imaginación habían deformado hasta convertir en capirote de vil nazareno en herética liturgia...
Ni que decir tiene que las lecturas de H.P. Lovecraft y Poe tenían mucho que ver con nuestros delirios...
Tras dejar atrás mi barrio proseguí el paseo por los distritos aledaños, encontrando con sorpresa que todavía perviven algunos espacios sugerentes.
A qué misterioso subsuelo se abrirá esa puerta?
En mi avance inexorable alcancé finalmente el Guinardó, uno de los barrios que me parecen con más encanto de la ciudad de Barcelona.
Es un pequeño San Francisco en el que las empinadas calles se han trazado sobre las laderas de la colina hasta que la pronunciada pendiente ha impedido más construcciones y ha preservado así un umbroso bosque que constituye el bonito Parque del Guinardó.
Merece la pena seguir el dédalo de caminos que lo recorren y que al menos en las primeras horas de la tarde sabatina estaban muy poco concurridos.
Conforme ganamos altura se nos brindan panorámicas vistas de la urbe. Aunque Barcelona es hoy emporio de lo moderno y molón, hay algo de ancestral metrópoli oriental en la abigarrada proliferación de edificios y tal parece que al escudriñar entre ellos vayamos a dar en cualquier momento con algún minarete desde el que el muecín llame imperioso a la oración.
En el punto más elevado del Turó de la Rovira,en el Carmelo, lugar en el que en la guerra civil se emplazaron unas baterías antiaéreas cuyo basamento se preserva, numerosos turistas y algunos nativos se solazaban disfrutando de la vista panorámica.
Yo por mi parte, tras un rato de contemplación inicié el largo camino de retorno...
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